Educar consume mucha energía. Es una profesión y vocación maravillosa, a la vez que desgastante. No son pocos los educadores que expresan sentirse en bastantes momentos completamente desbordados y quemados. Gestionar las exigencias y demandas inherentes a la vida docente más las personales y familiares no es tarea fácil.
Es muy complicado dar lo que uno no tiene, por eso es tan importante y necesario que el educador cultive su autocuidado. Cuidarse para poder darse. Porque educar es en esencia un acto de entrega.
Cuando estamos bien con nosotros mismos podemos conectar mejor con los alumnos, tenemos más paciencia, somos más resolutivos, empáticos y creativos.
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